El río Negro es rescatado por la borrasca DANIELLE
El estiaje extremo que ha sufrido este verano de 2022 el río Negro ha sido aliviado con las lluvias que dejó los días 12 a 14 la borrasca «Danielle» por el NO de Zamora. El caudal del río Negro (medido en la única estación de Sta. Eulalia de Rionegro; datos SAIH de Confederación Hidrográfica del Duero) permaneció a valores de 0,02 (es decir sin agua). Este es el patrón del río en su cauce bajo, ya que aguas arriba en tramos medios y altos se mantuvo un pequeño hilo de flujo de agua. Todos los años el río registra fuertes estiajes, que con el paso de los años se están agravando (ver entrada anterior). En este 2022 han llegado al extremo se secar totalmente el cauce principal en largos tramos, y todos los tributarios.
Las consecuencias derivadas de tal sequía se verán en los próximos meses, aun es pronto para evaluarlas.
En la estación de Villarejo de la Sierra (1070 m de altitud) de la CHD se han medido lluvias de 57,6 l/m2 en los días de la borrasca, lo que conforma global por el momento durante septiembre de 76,3 l/m2. En la cercana estación de Rioconejos (933 m) de la red Noromet los valores fueron similares, con un acumulado de 52,6 l/m2.
Antes de llover el río recuperó un cierto caudal ¿por qué?
Tal y como se aprecia en la gráfica superior el caudal antes de la llegada de las lluvias que trajo «Danielle» ya se había recuperado (color verde), en menor cuantía, gracias a las reservas propias no a la llegada de los nuevos aportes. Con las lluvias, básicamente de la mañana del día 13 y de la noche del 14, se inició el fluir por la cuenca de la escorrentía; son únicamente necesarios 50 l/m2 para resurgir y hacer subir el caudal en Sta Eulalia a 0,96 m3/s. No es una cifra suficiente, pero para según ha sido todo el estiaje (desde el 26 de junio sin subir de 0,3), no se puede pedir más.
Las lluvias tienen un reflejo rápido en el caudal, que es el agua que vemos en la superficie de los cauces, y tienen un efecto aliviador. En las gráficas apiladas de caudal (arriba) y de precipitación (abajo) se observa perfectamente una demora de aproximadamente unas 48 h. El efecto es tan beneficioso como efímero, puesto que se trata de un pico de caudal fluyente, según avanza el tiempo las cifras no engañan; 48 h después del pico máximo el caudal es de 0,37 m3/s y con tendencia a la baja.
Pero hay otro agua en los ríos que no vemos, es el que circula sub-superficialmente por el lecho de gravas y el sedimento, y que pertenece al nivel freático. Éste también se recarga cuando llegan aportes desde la atmósfera (la lluvia o la nieve) o desde la cabecera de la cuenca (las montañas de las que manan los ríos y arroyos nacientes). Y es el que alimenta a los manantiales y fuentes de todo el valle, y en general mantiene a la vegetación (sobre todo la de ribera) con el verdor que tanto apreciamos en los valles fluviales.
El hidroperiodo es uno de los factores clave en la ecología de los ecosistemas acuáticos, y uno de los factores que ha forjado la selección natural de las especies que integran las respectivas comunidades. Las especies estrictamente acuáticas necesitan de un hidroperiodo permanente, con agua todos los días del año; otras, tienen adaptaciones que les permite soportar periodos de sequía más o menos largos. (ver entrada anterior)
Mira estos vídeos y escucha como corre el agua (click)
¿De dónde salió ese agua antes de que lloviera?
El balance entre las entradas que recargan al río y las salidas que lo secan sufrió un hito importante en el intervalo de sequía total del caudal (< 0,1 m3/s) entre el 16 de julio y el 10 de septiembre en el que se empieza a disponer de una mínima aportación: en torno a 0,2 m3/s. Este hito fue la llegada del 31 de agosto, además de una pequeña tormenta el día 6 de septiembre.
Es decir, la marcha de la población flotante existente en los pueblos de todo el valle que redujo los niveles de consumo; a partir de unos días después, el freático entró en balance positivo. Lo que demuestra que la presión urbana desde los pueblos es una incidencia cuantitativa importante, y no puede seguir siendo ignorada en la planificación de las necesidades municipales de abastecimiento para años venideros. Las existencias freáticas en el verano son tan mínimas, que ya no son suficientes para mantener el consumo de la población estival. Ni siquiera lo son para mantener por sí mismo vivo el ecosistema del río.
No puede ser que a mediados de verano y con la falta de agua al cuello se hagan improvisadamente nuevos pozos, como es el caso de Donadillo o de Rionegro del Puente. Más y más pozos que esquilman el patrimonio público de los acuíferos, frente a lo que debería ser una mayor economía del agua y moderación de los consumos priorizando el agua de boca. No se puede disponer del agua para piscinas, lavar coches, regar lechugas y tomates o ducharse sin ton ni son. Esta es una tarea en la que se deben meter los ayuntamientos ribereños, y ya van con retraso.
El agua es cada vez más un recurso estratégico de uso público, y como tal debe ser planificado y priorizada su función en el ecosistema fluvial.
Soluciones de emergencia: un trasvase «ecológico» y educación responsable
Es evidente que es necesaria una actuación de emergencia para asegurar un caudal mínimo que asegure la preservación de este valor esencial en la naturaleza de Zamora. Además de promover la eficiencia en el uso del recurso agua por parte de todos los habitantes del valle todo el año, pero en especial para la suma de residentes y visitantes de verano, es necesario revisar todos las extracciones de caudal que se realizan desde el cauce, y desde los sondeos y manantiales (tanto privados como públicos, declarados o no). Es evidente la necesidad de efectuar un análisis de la demanda y de las existencias en todo el valle. Existe un valor crítico mínimo por debajo del cual no se debería utilizar los ríos como abastecimiento de las poblaciones, por que supone su condena a muerte.
Es nuestra obligación ayudar a que las funciones imprescindibles para la sociedad humana que realizan los ecosistemas se sigan realizando, y no limitarnos a ser meros «notarios» de cómo el río Negro agoniza y muere.
Es previsible que este patrón de estiaje extremo se repita todos o casi todos los años en el futuro, por eso es necesaria un solución definitiva. Y ésta, al igual que se hace en otros espacios naturales singulares como en el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, será necesario construir un «trasvase ecológico«, únicamente para momentos de emergencia que necesiten ese rescate desde el río Tera como donante del agua. Un caudal que será escaso para el que fluye en el río principal de toda la cuenca, pero obligatorio para el río Negro a partir de su tramo medio.
Y claro está, también se deben buscar una o varias alternativas al suministro de agua a los pueblos que no sacrifiquen la supervivencia de todo el ecosistema. Pero sobre todo se debe potenciar la educación de la población en la economía del agua.